No te marches, no reniegues de tu pasado. ¿Por qué lo haces?
Morir para nacer, despedirme de mí mismo para reencontrarme: así es, el viento me lleva a cambiar de ruta. Tras años de engaño, me despojo de mis máscaras, sé que mi veraz figura está esculpida en otro lugar.
Salir del guion planeado común y aventarse a vivir el propio hace que la desaprobación social nos
haga sentir que estamos tomando el camino equivocado.
Pero no, esta vez lo único que cuenta son mis exigencias y mis anhelos.
Quiero emigrar a los lugares que solo he visto en mi imaginación, aquellos lugares que no se pueden describir fielmente, pues solo al vivirlos se entiende la sensación de estar parado junto a ellos.
Estoy cansado de contemplar de lejos los paisajes que son el escenario de los más célebres cuadros, ahora quiero sumergirme en ellos y forjarme un porvenir mejor. Esta utopía ha de ser realidad.
Es una locura. Viajar es perderlo todo, jugarse la vida.
Ulises viajó y sufrió: el mar iracundo le robó a sus fieles compañeros y la ninfa Calipso le hizo perder la cordura.
Ulises se perdió para reencontrarse, para renacer más humano, adornado de vida y belleza. Tú me dices que solo vivió el dolor del naufragio, que solo percibió la oscuridad de la nada. Yo te respondo que volvió a su familia, a la lealtad de su esposa Penélope y a la perseverancia de su hijo Telémaco. El viaje le alimentó el alma, el amor y la mirada.
Tienes razón: Ulises sufrió y pecó. Sus manos manejaron armas letales y se mancharon de la sangre de hombres y criaturas. Durante siete años se cobijó entre los brazos de Calipso. La mente
embriagada de tentaciones y promesas de eternidad. Sin embargo, al final, volvió. Ulises se perdió para volver. Volver.
No debes olvidar que viajar es volver, también. Viajar es volver y traer luz.
Pinta el cuadro en tu cuarto. Perdí la paleta y me faltan los colores, los pigmentos más refinados. ¡Cómpralos! ¿Y se compra la verdad? ¡Imagínatelos! ¿Y la verdad es una idea? Los brazos de la mundanidad son suave auténtica erudición a los ojos. Razón tienes, pero no voy a por el mundo, voy a por lo humano. Quédate en tu cuarto. El lienzo ya no me habla. Quiero hablar con las rocas, con el tren, con las olas, con la oruga, con los dedos del campesino. ¿Y esa es la verdad que buscas? Es la verdad de la tierra, de mi tierra, de mis huesos, de mi pensar. ¿De esa tierra caótica y fluctuante? Es la tierra a la que pertenezco, la tierra que alimenta mis raíces. Abrígate. Desnudo voy.
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