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Descubriendo mi lugar en el mundo

MariaJoseLopez

Un ligero cosquilleo se infunde por todo mi cuerpo al saber que mañana regresaré. Regresaré a los paseos por la playa, a las tardes de café, a los días de sol infinitos, a esa brisa suave que me eriza la piel al abrir la ventana. Y me pregunto, ¿qué habrá sido de Nerja en estos 10 años de mi ausencia? Cuando era pequeña procuraba no volver sola a casa por miedo a perderme, pero ahora, después de 30 años, me conozco la ciudad como la palma de mi mano. Con esas imponentes cuevas que visitan miles de turistas al año, ese mirador donde pasaba la mayoría de las tardes sin pensar en nada, solo escuchando el ruido de las olas al romper con las rocas; y esas playas, que durante el invierno se llenaban de gente paseando y en verano se bañaba de sombrillas y toallas. Siempre me hubiera gustado experimentar las sensaciones de un turista al ver mi ciudad por primera vez.

En mi memoria quedan los recuerdos de aquel parque de al lado de casa donde siempre me imaginaba mil historias fantásticas hasta que mi madre me decía:

¡Valeria, la cena!

Mamá, cinco minutos más, por favor le contestaba, con la esperanza de que asintiera, pero no conseguía resultado alguno.

En este justo momento voy en un avión directa a mi lugar en el mundo, pero no ha sido hasta este preciso instante, repleto de nostalgia, cuando he llegado a la conclusión de que, por muchos lugares maravillosos, históricos o monumentales que visite, las sensaciones que experimento al estar en Nerja son inigualables. Es por ello que tengo la necesidad de volver, a mi tierra, a mi vida, a lo que me complementa; porque ahora sí, no me perderé ni un día más de esta ciudad.

Nerja vine para quedarme, y no puedo estar más feliz por ello.


María José López Cañete





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